Se trata de un díptico que consta de dos óleos sobre tela de importantes dimensiones que, trabajados en formato horizontal, se organizan de manera vertical formando un todo. En esta obra el peso visual queda derivado por la relación entre formas y colores.

La artista trabaja con una gama cromática que es fundamentalmente fría, el azul y el violeta actúan como colores que homogeneizan la obra, aunque utiliza acentos en rojo y tonos rosados que generan movimiento. Observamos degradados de color que destacan en las zonas más oscuras con pinceladas que dejan rastro de su dirección, teniendo mucha fuerza.

Sewicki se expresa a través de una obra en la que predominan formas curvas y fantasmales. En el ángulo inferior izquierdo se ve una figura extraña, como de otro mundo, que debido a su disposición pareciera irse “abriendo” hacia los extremos del lienzo, transmitiendo una sensación de explosión, de expansión radial y de abajo hacia arriba. 

La artista ha expresado que desde su infancia se ha sentido atraída por la magia del color. En esta obra da cuenta de ello y se observa un lenguaje despojado que propone nuevas atmósferas con un carácter

marcadamente onírico.